Por Mario Palma, abogado
Publicado en: cambio21.cl
Evidentemente no soy un experto en poesía. Pero no puedo permanecer indiferente a algo tan significativo como ha sido el Premio Cervantes a Nicanor Parra, antipoeta, genio de las letras y de las matemáticas, enamorado de la vida.
Hay algo maravilloso en este Chile nuestro que hace nacer culturas de la poesía por todos lados, con calidad, con solidez, con prestigio internacional. Neruda, Mistral, Huidobro, De Rokha, Gonzalo Rojas, Teresa Calderón, Cecilia Casanova, Tomás Harris, parte de un enorme lista en la que Parra se sitúa entre los más grandes.
¿Qué es eso que tiene nuestro país que nos regala con ello? ¿O es que todos los chilenos tenemos algo de esa magia de la poesía, esa capacidad de síntesis maravillosa, plasmada de ingenio, de pasiones, de entusiasmo?.
Porque Parra, sólido autor hasta su Obra Gruesa de los 60, fue derivando hacia lo que él ha llamado "antipoesía", que es una suerte de juego del lenguaje donde la creatividad se entremezcla con el ingenio y convoca a la risa o la sonrisa, la ironía, el sarcasmo. Crea - tal vez como lo haría Huidobro - nuevas realidades a partir de la palabra y de las sonoridades, de los conceptos abstractos y las manifestaciones más concretas de la vida diaria.
Por ello una de sus primeras frases antipoéticas se ha convertido en un clásico de la poesía política chilena: "La izquierda y la derecha unidas/ jamás serán vencidas". Era su comentario frente a la alianza entre la izquierda y la derecha para impedir que el ex presidente Eduardo Frei Montalva viajara a Estados Unidos en 1965, cuando los presidentes debían pedir permiso para ausentarse del país. Desde allí fueron surgiendo sus poemas antipoéticos que día a día nos asombran, siendo su última joya la frase a propósito de la entrega de este premio, cuando se le pregunta si acaso lo merece: "SI, por un libro que aún no he escrito".
Porque el mejor libro de un escritor es siempre el que está pendiente. Y Parra ha hecho escuela, no sólo en su familia llena de artistas, sino entre muchos, especialmente jóvenes de los 70 y los 80 que lo han seguido con singular entusiasmo, hasta el punto en que sin ser tan jóvenes ya, siguen gritando por las calles que Parra merece el Nóbel. Y quizás lo merezca, pero los premios que se ganan no siempre se merecen y los que se merecen no siempre se ganan.
Muchos poetas juegan con el lenguaje criollo y tratan de darnos luces sobre la realidad. Pero, muchos actores de la realidad, protagonistas de la política juegan a la anti poesía con sus actos y nos tratan de mostrar que las cosas no son como son sino como ellos quisieron o como ellos querrían.
Cuando el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea dice que sólo debe ofrecer disculpas por no haber entregado información a los familiares de las víctimas del avión caído en el Archipiélago Juan Fernández, soslayando lo central, es decir, los errores de su institución en el planeamiento y ejecución del viaje mismo, construye una nueva realidad, que de no ser por lo trágico de los hechos, sería jocosa.
La guinda de la torta, como un acto antipoético real, la pone el Comandante en Jefe de la Armada (que me hace recordar la tradición de sarcasmo y humor negro de José Toribio Merino Castro, entonces miembro de la Junta Militar de Gobierno) al expresar su solidaridad con el otro comandante en jefe.
El precursor de la anti poesía en Chile, Presidente Ramón Barros Luco, declaró, al recibir un telegrama del intendente de Aconcagua con motivo de los ataques que senadores opositores habían hecho al gobernante en el que el funcionario expresa su solidaridad y respaldo al mandatario: "Era que no".
Es lo que ha hecho este canon de comandantes, en una especie de coro de obviedades y descaros, al que hay que contestarle "Era que no", como una especie de homenaje a Nicanor, quien recoge el ingenio chileno para transformarlo en una poesía de fama mundial.
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