Mario Palma Torres, abogado
Si su hubiera aprobado la ley anti
discriminación en los meses anteriores, es probable que Daniel Zamudio hubiera
muerto igual.
Porque los delincuentes no leen la ley antes
de actuar, sino que desarrollan las conductas según sus deseos, según sus
impulsos, según sus distorsionados valores que creen superiores a todas las
leyes, muchas veces convencidos de que podrán actuar impunemente.
Por cierto que con los recursos que dará esa
ley cuando rija, Daniel Zamudio podría haber denunciado las amenazas, pero la
pregunta es si acaso el sistema judicial y el aparato policial habría sido
capaz de prestarle la protección necesaria.
Porque el problema no está sólo en las leyes,
en el hecho de que se aumente o no la penalidad o se den o no recursos
judiciales. El tema de fondo está en las personas y en su compromiso social:
las personas deben ser respetadas más allá de todas sus diferencias que, en
lugar de negarlas, deben ser reconocidas y valoradas. Por la persona humana es,
de cierto modo, una sola con sus derechos esenciales; pero, al mismo tiempo,
cada uno de los casi ocho mil millones que habitan el planeta son distintos,
únicos e irrepetibles y merecemos consideración, respeto, reconocimiento.
Todos esencialmente iguales y todos
esencialmente distintos.
Estuve en la posta la noche en que murió
Daniel Zamudio y pude palpar la desazón, la molestia, el desconcierto, el dolor
de tantas personas.
El gran llamado no debe ser sólo a aprobar una
ley que ya lleva demasiado tiempo discutiéndose, sino sobre todo a cambiar
actitudes y a promover el reconocimiento de que nadie debe ser maltratado o
discriminado, cualquiera que sea el argumento que se invoque.
Porque nadie es más grande que otro ni tiene
derecho alguno por sí y ante sí a resolver sobre la vida o la seguridad de los
demás.
Y ésa es la sociedad a la que aspiramos:
aquella donde la persona sea tan importante que la vida se organice en torno a
ella y no a los intereses de ciertos grupos o personas. Ninguna ideología ni
posición tiene derecho a oprimir, someter o perseguir a las personas. Y todos
debemos responder por nuestras conductas cuando se atenta en contra de otros.
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